El viernes 9 de octubre de 2009 los alumnos del 2º año 4a división fueron a visitar la réplica de la casa de Anna Frank construida aquí, en Buenos Aires.
Anna era una adolescente judía que huyó con su familia de la Alemania nazi para radicarse en Amsterdaam (Holanda), país que también cayó bajo la ocupación nazi y, debido a la persecución que ese régimen totalitario hizo de los judíos y de otras minorías a las consideraba inferiores o peligrosas, Anna, su familia y otra familia judía amiga se ocultaron en una casa que estaba atrás de la fábrica del padre de Anna, Otto, y que éste, que ya conocía lo que había ocurrido con los judíos en Alemania, hizo transformar secretamente en escondite cuando Alemania invadió Holanda.
Durante su permanencia en esa casa, Anna escribió todas sus sensaciones, preocupaciones y opiniones en un diario que sus padres le habían regalado tiempo atrás. Hay quien piensa que este acto mismo, el obsequio de un diario personal en vez de alguna otra cosa que una adolescente de la edad de Anna pudo haber querido, es una verdadera demostración de cómo la Coincidencia puede desempeñar un papel crucial en la Historia, pues de no haber tenido el diario (al que Anna llamaba Kitty, porque escribía en el diario tratándolo como si fuera un amigo personal al que daba ese nombre), nunca habríamos llegado a saber de Anna Frank ni su tesimonio de primera mano de la agonía que las minorías perseguidas –los judíos, en este caso- tuvieron que soportar en el transcurso de uno de los períodos más oscuros de la historia humana, plagado de violencia y derramamiento de sangre.
Una llamada anónima a la GESTAPO (policía secreta nazi) descubrió el escondite y todos sus habitantes fueron secuestrados y enviados a campos de concentración, donde murieron. A partir de esta parte de la historia entra en juego otra cadena de casualidades que hizo que la joven Anna, que murió de tifus en un campo de concentración pocos meses antes del final de la Guerra, trascendiera hasta nosotros: cuando los miembros de la GESTAPO irrumpieron en la casa escondite no prestaron atención al diario de la joven ni a los papeles adicionales en los que ella escribía: de haberse dado cuenta de qué se trataba, seguramente los habrían destruido. El siguiente hecho notable fue que a esos papeles los logró recoger una antigua y leal empleada del padre de Anna, que sólo observó que eran escritos de la muchacha y quiso guardarlos para cuando ella volviera, lo que nunca ocurrió, pero también sin percatarse de su importancia. Por último, el padre de Anna logró sobrevivir y, cuando recibió esos escritos decidió cumplir el deseo de su hija: como ella quiso ser escritora, Otto Frank publicó todo el material con el título que en su diario Anna dijo que deseaba para una novela que nunca llegó a escribir, La Casa de Atrás, aunque ahora todo ese texto se conoce mundialmente como El Diario de Anna Frank.
En su propia manera franca y directa, Anna nos habló a todos nosotros; a todos ustedes, adolescentes, para volvernos conscientes del lado oscuro y siniestro que se esconde en nuestros corazón y mente, contra el cual la única arma es prestar más atención al conocimiento y sentir más preocupación e interés por nuestros congéneres. En síntesis, el arma es poner en práctica lo que respondió el erudito Bar-Hilel cuando se le preguntó en qué consistía el Talmud: “Trata a tu prójimo como deseas que te traten a ti. Todo lo demás no es más que comentarios”.
¿Y qué pensás vos de todo esto?, ¿por qué no nos contás tus sensaciones e ideas? ¡Gracias!
Daniel Yagolkowski
Anna era una adolescente judía que huyó con su familia de la Alemania nazi para radicarse en Amsterdaam (Holanda), país que también cayó bajo la ocupación nazi y, debido a la persecución que ese régimen totalitario hizo de los judíos y de otras minorías a las consideraba inferiores o peligrosas, Anna, su familia y otra familia judía amiga se ocultaron en una casa que estaba atrás de la fábrica del padre de Anna, Otto, y que éste, que ya conocía lo que había ocurrido con los judíos en Alemania, hizo transformar secretamente en escondite cuando Alemania invadió Holanda.
Durante su permanencia en esa casa, Anna escribió todas sus sensaciones, preocupaciones y opiniones en un diario que sus padres le habían regalado tiempo atrás. Hay quien piensa que este acto mismo, el obsequio de un diario personal en vez de alguna otra cosa que una adolescente de la edad de Anna pudo haber querido, es una verdadera demostración de cómo la Coincidencia puede desempeñar un papel crucial en la Historia, pues de no haber tenido el diario (al que Anna llamaba Kitty, porque escribía en el diario tratándolo como si fuera un amigo personal al que daba ese nombre), nunca habríamos llegado a saber de Anna Frank ni su tesimonio de primera mano de la agonía que las minorías perseguidas –los judíos, en este caso- tuvieron que soportar en el transcurso de uno de los períodos más oscuros de la historia humana, plagado de violencia y derramamiento de sangre.
Una llamada anónima a la GESTAPO (policía secreta nazi) descubrió el escondite y todos sus habitantes fueron secuestrados y enviados a campos de concentración, donde murieron. A partir de esta parte de la historia entra en juego otra cadena de casualidades que hizo que la joven Anna, que murió de tifus en un campo de concentración pocos meses antes del final de la Guerra, trascendiera hasta nosotros: cuando los miembros de la GESTAPO irrumpieron en la casa escondite no prestaron atención al diario de la joven ni a los papeles adicionales en los que ella escribía: de haberse dado cuenta de qué se trataba, seguramente los habrían destruido. El siguiente hecho notable fue que a esos papeles los logró recoger una antigua y leal empleada del padre de Anna, que sólo observó que eran escritos de la muchacha y quiso guardarlos para cuando ella volviera, lo que nunca ocurrió, pero también sin percatarse de su importancia. Por último, el padre de Anna logró sobrevivir y, cuando recibió esos escritos decidió cumplir el deseo de su hija: como ella quiso ser escritora, Otto Frank publicó todo el material con el título que en su diario Anna dijo que deseaba para una novela que nunca llegó a escribir, La Casa de Atrás, aunque ahora todo ese texto se conoce mundialmente como El Diario de Anna Frank.
En su propia manera franca y directa, Anna nos habló a todos nosotros; a todos ustedes, adolescentes, para volvernos conscientes del lado oscuro y siniestro que se esconde en nuestros corazón y mente, contra el cual la única arma es prestar más atención al conocimiento y sentir más preocupación e interés por nuestros congéneres. En síntesis, el arma es poner en práctica lo que respondió el erudito Bar-Hilel cuando se le preguntó en qué consistía el Talmud: “Trata a tu prójimo como deseas que te traten a ti. Todo lo demás no es más que comentarios”.
¿Y qué pensás vos de todo esto?, ¿por qué no nos contás tus sensaciones e ideas? ¡Gracias!
Daniel Yagolkowski
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